LA PLAZA DE MORÓN

El espacio público fundacional que hoy nos representa
 

Guillermo de Almeida
María Victoria Besonias
arquitectos

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Si en el área céntrica de la ciudad de Morón alguien pregunta por la Plaza del Libertador General San Martín es muy probable que el interrogado, sin importar si es vecino o visitante de esta ciudad, se quede dudando. Si en cambio la consulta se refiere a “La plaza de Morón”, la respuesta será rápida y precisa: …tantas cuadras a la derecha… o …tantas a la izquierda…, …si, donde está la Municipalidad…, o …en frente de la Catedral…. A pesar del brillo histórico del prócer que le da nombre no cabe duda de que para cualquier habitante de la ciudad de Morón y también para los numerosos visitantes que diariamente acuden en demanda de sus servicios, la plaza que está desde siempre en el corazón de nuestra ciudad es, simplemente  “La plaza de Morón “. Trataremos de explicar por qué este espacio público concentra tal fuerza de representación, pero antes es preciso conocer el rol que tales lugares cumplen, en las ciudades contemporáneas.

 

De cómo se construye una ciudad

La construcción de la ciudad es una tarea compleja, que a través del tiempo, acompaña todo proceso de civilización. En este lento hacer, todos sin excepción, estamos inevitablemente involucrados, tanto por acción como por omisión. De esta manera la imagen de la ciudad va mutando con el correr del tiempo como resultado de sucesivas acciones de construcción, demolición, reciclaje, refuncionalización, restauración, etc. Cada intervención, ya sea desde lo privado o desde lo público, es un accionar que refleja la voluntad, y el poder hacer, tanto de quien la lleva a cabo, como de quien está a cargo de su control. No podemos renegar de la imagen resultante, en alguna medida, todos participamos de la responsabilidad de su construcción.

Si la ciudad se entiende entonces como un hacer colectivo, su espacio público, el espacio de todos, es el que refleja con mayor nitidez la voluntad de la sociedad que cobija.

 

El tema del Espacio Publico

No hay otra manera de ver una ciudad que no sea desde lo público. Solemos calificar a las ciudades por la riqueza espacial, funcional y simbólica de esos espacios, ya que sólo desde su recorrido se nos hace posible percibirlas. Pero es importante reconocer que los espacios públicos están determinados por edificios privados que los limitan, razón por la cual los municipios se reservan el derecho de reglamentar estas construcciones. De esta manera, la calidad del espacio público dependerá tanto del grado de compromiso de la sociedad con estos sitios, como de las decisiones que el estado establezca a través de sus municipios, respecto de los mismos. Así, el espacio público resultante será, sin duda, producto de la calidad de la propuesta de diseño, pero también, resultado de los aciertos de la legislación vigente y el control de su cumplimiento, del compromiso urbano de la arquitectura que le da forma, y de la apropiación en el uso que ejerzan los ciudadanos.

 

El origen del EP en nuestras ciudades tiene sus fundamentos en las Leyes de Indias (1573) dictadas para otorgarle un marco legal a la creación de las ciudades que surgen como consecuencia de la colonización española. En ellas se establece la importancia fundamental de plazas y calles (el espacio público) por sobre el espacio privado. También queda determinado su carácter estructurador, al reglamentar tanto su disposición como su tamaño y relaciones, y su cualidad de condensador social, estableciendo su uso como lugar de encuentro y recreación.

 

Tanto estas calles y plazas que refieren a tiempos tan lejanos, como los parques nacidos posteriormente a consecuencia del surgimiento de las grandes aglomeraciones urbanas, constituyen las tres entidades reconocibles de espacios urbanos, en la ciudad moderna, cada uno portador de una función, un carácter y un significado específico.

 

La plaza

Mientras que la calle carga con el rol fundamental de circular, la plaza ha sido desde su creación el sitio para el encuentro de los habitantes.

Cada cultura le va imponiendo su propio acento, le va imprimiendo un significado y un uso particular. Es por eso que su estudio  a partir de las transformaciones sufridas en el transcurso de la historia, puede ser el punto de partida para entendernos como comunidad organizada y proyectarnos en el futuro.

Desde el ágora de la polis griega (del griego ago: reunir), la plaza mantiene el rol de verdadero corazón de la ciudad: pero mientras su función, en principio, solía ser de índole pública y civil, en la época barroca se produce un importante cambio cargándose de significado político- ideológico para transformarse en el espacio de representación del poder reinante.

 

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Nuestra plaza fundacional

Recordemos que el surgimiento del pequeño caserío, enclavado en tierras rurales, que da origen a la ciudad de Morón, obedece a la decisión del terrateniente del lugar, que juzga oportuno allá por el año 1767, vender unas pocas hectáreas alrededor de la capilla, más precisamente del espacio aledaño a ésta. Dicho sitio, hoy nuestra plaza, era utilizado tanto para oficiar misa al aire libre, como para servir de punto de encuentro y de abastecimiento de viajeros que se trasladaban desde Buenos Aires hacia el norte. De manera que Salazar, tal es nombre del dueño de las tierras de Morón en ese entonces, formaliza con aquella decisión, el carácter fundacional del espacio público original, dotándolo de su soporte urbano: la villa. Este pequeño conglomerado va a mantener este carácter hasta la segunda mitad del siglo XIX

 

Por aquella época se produce un cambio significativo en el urbanismo europeo. Entre 1853 y 1870 el Barón Haussmann realiza en la ciudad de París reformas urbanísticas de gran escala, consistentes en el trazado de bulevares que unían los principales puntos de la ciudad y dotando así, a esta nueva París, de perspectivas urbanas de gran calidad paisajística. Este fabuloso plan de Haussmann va incidir en el urbanismo de otras muchas ciudades, tanto europeas, como latinoamericanas.

 

La nueva visión del espacio público como vertebrador de la ciudad, sumada al creciente interés que despiertan corrientes como el higienismo, y una tecnología que facilita la realización y el mantenimiento de grandes superficies públicas, hacen que la planificación y el diseño de este patrimonio de todos, se transforme en un tema prioritario en la agenda de diferentes gobiernos.

 

Buenos Aires, que por aquella época recibía una fuerte influencia de la cultura francesa, se hace eco de estas tendencias, produciendo transformaciones sin precedentes, tales como la apertura de la Avenida de Mayo y sus diagonales durante la intendencia de Torcuato de Alvear

 

En Morón como reflejo de lo sucedido en las grandes urbes también se realizan operaciones sobre el espacio público. Son acciones tendientes a formalizar la transformación de lo que era un pequeño poblado, en una pujante ciudad. Se trata del momento de urbanización de la villa fundacional.

 

En 1859 llega el ferrocarril, la estación se construye en tierras cedidas por Augusto La Roche, importante industrial y dueño de una fracción de aquel territorio que en el siglo anterior fuera propiedad de Salazar. Inmediatamente (año 1860) encomienda a Mariano Billingurh el primer loteo formal  de las tierras que unen la estación con el incipiente núcleo urbano.

 

Simultáneamente en el año 1859, las autoridades del municipio le encomiendan al ingeniero Pedro Benoit el ordenamiento urbano de la villa: la rectificación de las calles, la determinación de los anchos de la calzada  y las veredas, y la expropiación de las tierras que pudieran producir algún conflicto en el desarrollo de las actividades del incipiente pueblo.

 

Una década después se termina la construcción de la primera casa municipal, obra que se realiza con un préstamo otorgado por el mismo La Roche.

 

En  el año 1874 la pequeña capilla, construida probablemente con los recursos mínimos indispensables para cobijarse y protegerse de las inclemencias del tiempo durante el oficio religioso, es remplazada por una iglesia que incorpora conceptos arquitectónicos propios de las corrientes europeas de la apoca.

 

Con estos dos edificios públicos y las casas de los vecinos más representativos de Morón, que por supuesto eligen para residir el lugar mas jerarquizado del poblado, quedan definidos los limites de nuestra plaza histórica.

 

La plaza institucional

 

Ahora bien, el espacio de encuentro de vecinos y viajeros ya estaba, pero se trataba de un predio surgido de una organización espontánea, no cumplía con los preceptos del nuevo urbanismo ni con las ideas de “orden y progreso” de sus vecinos. De manera que llá por la década del 80 se decide jerarquizar ese espacio, para otorgarle carácter de plaza institucional  encargando su diseño. La planta se ordena según el modelo europeo mediante una composición geométrica de diagonales y perpendiculares definiendo ejes principales y secundarios que determinan, en su cruce, el sitio de más jerarquía. Ya no pueden los vecinos caminar desordenadamente por cualquier lado, sino que la nueva plaza les ofrece senderos especialmente definidos para hacerlo, con bancos para el descanso y la contemplación de la vegetación, prolijamente destacada y protegida en los canteros.

 

Esta nueva preocupación por incorporar el paisaje al espacio público es el resultado, por un lado, del interés que despierta la utilización de este recurso desde principios de siglo en el embellecimiento y jerarquización de ciudades tanto de Francia como de Inglaterra (nuestros modelos culturales) y fundamentalmente,  de las prédicas de los movimentos higienistas que destacan la necesidad de sanear las ciudades incorporando la vegetación entre muchos otros requisitos.

  

De esta manera, las autoridades de Morón, entendieron en su momento,  que las epidemias del cólera en el 68 y de la fiebre amarilla en el 71, se podían combatir con higiene y con el aporte  del aire puro proporcionado por los árboles. Con estas premisas,  se dio forma a la plaza. La higiene estaba garantizada tanto por la reja que controlaba el acceso de los animales y de las “personas indeseables”, como por los pisos de baldosas que permitían caminar por lugares limpios y la pureza del aire quedaba asegurada por la vegetación que aportaba el proyecto paisajístico.

En aquel orden compositivo del que hablamos anteriormente, el sitio mas jerarquizado de la plaza era sin duda el punto donde confluían todos los ejes. Este sitio o “nodo”  lo ocupó en principio el kiosco, una glorieta elevada para la instalación de la banda de música. Sin duda la actividad desarrollada por lo músicos poseía, en aquella época, una jerarquía merecedora de  un lugar tan jerarquizado. Estos nodos fueron posteriormente ocupados por los monumentos, elementos con mayor carga simbólica.

 

El fin del siglo XIX y durante casi todo el siglo XX fue un periodo en el que proliferaron los homenajes, la colocación de monumentos y placas recordatorias, los desfiles y las ceremonias La plaza, además de seguir cumpliendo con su rol histórico de lugar del encuentro cotidiano, se transformó en escenario especialmente diseñado para tales eventos.

 

A fines de la década del 30  se termina de conformar el límite de nuestra plaza con la construcción de la nueva sede de gobierno: el Palacio Municipal, el mismo que se mantiene sin cambios significativos hasta hoy. Este edificio y los objetos simbólicos que se van sucediendo, terminan de definir el carácter institucional de este espacio. Y podríamos decir con certeza que esta plaza fundacional, con una historia cargada de protagonismo es aún hoy, en un momento histórico donde se cuestiona todo el aparato ceremonial y de representación, el lugar público valga la paradoja, representativo de la ciudad de Morón.

 

De poco serviría esta síntesis apretada de las transformaciones sufridas por esta plaza a través de la historia,  si no concluyéramos con una visión que nos acerque a nuestros días, nos ayude a entender su rol presente y nos permita proyectarnos en el futuro.

 

 

La plaza hoy

En los últimos años el crecimiento demográfico, los cambios en las costumbres y las transformaciones económicas y técnicas,  han introducido modificaciones  en las diferentes categorías del espacio público. Dichas transformaciones pocas veces tienen que ver con remodelaciones o puestas a nuevo, sino que se traducen frecuentemente, en variaciones en el uso de determinado lugar, más que en el diseño urbano del mismo. Es que los cambios en la ciudad, por lo menos en las latinoamericanas, suelen ser muy  lentos en relación con los cada vez más acelerados cambios en las formas de vivir la ciudad.

Nuestra plaza no es ajena a esta circunstancia, por esa razón, hoy conviven en ella, un diseño formal del  mediados del siglo XIX con la feria artesanal, la calesita,  los juegos para chicos, los vendedores ambulantes, los mimos, los músicos, junto a nuevos bustos, placas recordatorias y demás signos de homenajes recientes. Todo en la misma superficie por la que se paseaba el señor La Roche junto a unos pocos personajes más, en la época en que apenas conformábamos una villa.

Es fácil entender que esta superposición de actividades y públicos se debe no sólo al interés creciente  de los habitantes por las actividades que se desarrollan al aire libre, sino fundamentalmente al hecho que el espacio público de Morón no haya ido aumentándose en relación al crecimiento de sus vecinos y mucho menos al de sus visitantes ocasionales (los vinculados al centro de trasferencia, el centro comercial y la universidad).  

 

La recuperación de la “Plaza La Roche” y la creación del “Paseo de las Artes” que también significó la recuperación de un espacio olvidado (los fondos del museo)  son en consecuencia acciones recientes que contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida en Morón y también una oportunidad para descongestionar de sus múltiples actividades a nuestra plaza histórica, trasladando paulatinamente a nuevos sitios, aquella que se encuentren en mayor conflicto con su destino indiscutible de plaza institucional.

 

En este punto debemos aclarar que para poder completar nuestro conocimiento sobre el carácter representativo de este espacio público y en consecuencia proyectar su función urbana futura, no basta sólo con el conocimiento de su  particular historia. Es necesario además, contar con datos que tengan que ver con su ubicación física y la relación que ésta establece con los diferentes polos de actividad del tejido que la contiene.

 

La plaza como parte del área central

Con anterioridad a la llegada del ferrocarril sólo existían dos pueblos en nuestra región: Merlo y Morón. La llegada del mismo introduce, como es de esperarse, cambios profundos en dichas ciudades y en la vida de sus habitantes. Pero veamos como, la ubicación de la estación en relación con los incipientes núcleos urbanos y sus plazas, marca una diferencia importantísima en la forma de crecimiento de ambos poblados.

 

La estación de Merlo, acompañada de una nueva categoría de espacio público (la plaza de la estación) se ubicó  a 10 cuadras de la plaza del poblado existente y sobre el mismo eje.  La de Morón, también con su nueva espacio para el encuentro y despedida de viajeros (plaza La Roche), lo hizo en cambio, a 400m y desplazada del eje de su plaza histórica.

 

En el primer caso se desarrolló la ciudad sobre  aquel eje circulatorio que forzosamente debía unir  los dos puntos, y la trama urbana se fue extendiendo en decreciente densidad hacia  ambos lados del mismo. En Morón, la menor distancia y la cuadricula existente hizo que esta se consolidara y creciera de forma pareja en las dos direcciones de la misma.

 

En ambos casos estos hechos se dieron sin planificación alguna, de manera que el desarrollo del pueblo, quedó definido por aquella forma de vínculo fortuito, entre la estación con su propia plaza y el núcleo poblacional. Y como ejemplo de que la planificación no garantiza, la buena planificación, podríamos decir, que ambas ciudades, encontraron un sistema de crecimiento mucho mas abierto en aquella circunstancia derivada de la casualidad, que pueblos que se instalaron luego de la llegada del ferrocarril y que contaron con una planificación de origen. Es el caso, por ejemplo de Ituzaingó, cuyo plan fundacional estableció una trama alrededor de un único centro: la estación. Esa organización que a partir de un punto se extendió como una mancha de aceite, fue generando conflictos de acceso al mismo, a medida que crecía.

 

En Morón la tensión producida entre plaza histórica y estación, del lado sur, dejo relegado el desarrollo del área norte. Durante toda la primera mitad del siglo XX esta zona tuvo las características de suburbio. Si bien, fue el lugar del primer loteo urbano, las razones enunciadas no permitieron su desarrollo. Fue en la década del 60 que un importante emprendimiento cambió estructuralmente el lugar: la construcción del edificio de la Universidad.

 

La presencia masiva de nuevos usuarios, contribuyó a la instalación de comercios y servicios vinculados a esta actividad que fueron dando lugar a la expulsión de las viviendas y pequeños hoteles de un tejido ya muy degradado.

 

Con el desarrollo no planificado sobrevino el caos. El transito, el estacionamiento y la profundización de la degradación urbana, derivaron en importantes conflictos para la zona. Nadie previó que la corta distancia entre la Universidad y la estación, una ventaja a simple vista, iba a resultar una dificultad y una limitación para el crecimiento y transformación del área.

 

Esta situación urbana creada, requiere hoy de manera urgente, algún tipo de respuesta que establezca un ordenamiento del transito publico y privado y que opere sobre ese denso y deteriorado tejido, produciendo algún hueco (una plaza) apta para descongestionar el área y absorber todo el movimiento peatonal que se produce entre la estación y la Universidad. Este vaciamiento puede transformarse además, en una acción con una fuerte carga simbólica ya que significaría la recuperación parcial, de otro espacio público que existió desde la llegada del ferrocarril: la plaza de cargas de la estación, ubicaba del lado norte, y de la no quedan rastros, salvo el particular tamaño reducido de cuatro manzanas del área.

 

Conservar sin acartonamiento

Ahora bien volvamos a nuestra “Plaza de Morón”. Ya sabemos que no está sola, el area central de la ciudad de Morón brinda hoy tres calidades, tres opciones, de espacio público: La plaza del Libertador General San Martín, Plaza La Roche y Paseo de las Artes. Las dos últimas de reciente construcción y de particular funcionamiento. Cualquier usuario que recorra estas plazas puede percibir sus diferencias y es bueno que así sea, porque la oferta urbana debe ser múltiple ya que son muchas y variadas las formas de vivir y apropiarse de la ciudad. Sería importante entonces, que cualquier tipo de intervencion que se realice en la plaza que hoy nos representa como ciudad, sea respetuosa de éste, su carácter institucional. Que sin renunciar a su formalización como un lugar capaz de dar marco a las actividades propias de esta época,  pueda seguir reconociéndose como el espacio público que nos representa.

 

Espacio público para hoy y mañana

Por último cabe destacar que las acciones sobre el espacio publico realizadas en nuestra ciudad, vinculadas tanto a la recuperación de lugares que fueron públicos, como a la transformación de sitios urbanos en abandono, son acciones importantísimas y sin precedentes en los últimos años, cuyo fin  no puede ser solamente el de sumar áreas para el disfrute al aire libre; sino que implican repensar, tanto el carácter estructurante que el espacio público puede ejercer sobre una serie de sitios urbanos dispersos, como así también, su acción impulsora, en la revalorización de ámbitos urbanos abandonados, tanto públicos como privados. Como resultado de esta consideración pueden surgir propuestas de  desarrollos socioeconómicos que revitalicen a ambos.

 

Y si, como ya hemos señalado, el atributo más significativo del espacio público es el de constituirse  en un bien común, para el desarrollo de las necesidades sociales de todos los habitantes; es esta cualidad la que le otorga el carácter de lugar democrático por excelencia, aquel que da lugar a diferentes expresiones humanas a lo largo de la historia. En consecuencia estos particulares sitios de nuestra ciudad, cualquiera sea su destino son portadores e impulsores de identidad cultural y en por lo tanto poseedores de un carácter  simbólico que está por encima de cualquier conveniencia sectorial con las que, en tantas oportunidades, se intenta justificar su apropiación. Convirtámonos en custodios y promotores de este  nuestro patrimonio.